Es una de las más espectaculares entradas nunca imaginadas. Los treinta minutos que se tarda en recorrer el Siq, el angosto desfiladero con paredes de más de 100 metros de altura por el que se accede a Petra, son un tiempo para el ansia, para el anhelo de llegar al final, a esa grieta en la roca por la que se vislumbra una imagen mil veces vista y mil veces imaginada: la del Tesoro de Petra, la de Al-Khazneh, la impresionante tumba nabatea que recibe al visitante. El Tesoro, como todo Petra, es un sobrecogedor trabajo de ingeniería de hace más de 20 siglos. La antigua ciudad de los nabateos está excavada en la roca, montañas vaciadas para construir en su interior tumbas o templos. Un lugar con la magia de esos sitios desaparecidos durante siglos, conocidos sólo por sus vecinos más cercanos, y afortunadamente redescubiertos por aventureros a los que tanto debemos.