Pero mucho más que nueve tonos se descubren en el paseo hacia el corazón de la misteriosa ciudad. Da lo mismo la hora en que se haga porque con el sol alto o bajo, incluso a las luz de las velas y las estrellas, las luces y sombras crean un mundo fantástico y fantasmagórico que cambia radicalmente de aspecto con solo volver la vista atrás.   En este "Siq" no importa tanto descubrir el magistral canal que dirigía el curso del agua, o los resto de calzada de la época de los romanos o incluso algunas figuras en relieve que reflejan las múltiples caravanas de camellos que hasta aquí llegaban. Lo realmente impresionante es sentirse envuelto por la magnitud de las rocas, por los reflejos del sol, por la escasa vegetación que pugna por hacerse un hueco entre las piedras.  Todos saben que al final del camino está la joya que tantas veces han visto en fotos y películas, pero no hay que tener prisa por llegar. Incluso si al final del largo pasillo no hubiera nada, ya habría compensado el viaje.