La Cruz de Huatulco resistió también la pérdida de decenas de pedazos que se convirtieron en otras tantas reliquias en las iglesias de gran parte del país. Pero mientras la fama de su Cruz iba en aumento, Huatulco perdía, definitivamente, toda opción de progreso. En 1848, Benito Juárez solicitó los medios para abrir un "camino carretero" que enlazara Oaxaca con Huatulco, pero tendría que transcurrir algo más de un siglo para que Huatulco volviera a inundarse de comerciantes, artesanos, propietarios de embarcaciones y gentes llegadas del último confín del mundo. En 1984, el Gobierno Federal inició los trabajos para la creación del complejo turístico Bahías de Huatulco que, con el trabajo del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR) transformaría en pocos años el que, gracias a su atraso económico, era y es un paraíso virgen.  Hoy, las cálidas nueve bahías de Huatulco, que encierran nada menos que 36 playas, además de ensenadas, caletas y otros refugios menores, acogen más de 200.000 turistas anuales en sus excelentes hoteles de superlujo, entre los que no faltan las grandes firmas internacionales. Piscinas, fondos submarinos, pesqueros deportivos, yates de recreo, un gran campo de golf y la tranquilidad de los bohíos playeros (en México, palapas) se disputan el interés de los visitantes que cuentan, a la noche, con un moderno y seguro centro vacacional de boutiques, restaurantes, marisquerías y discotecas (La Crucecita) y con la posibilidad permanente de extender su viaje a las bellas poblaciones del interior o continuar explorando el resto de paraísos que aún encierra la costa. En Oaxaca se celebran todas las fiestas, las profanas y las religiosas, las locales y las nacionales, las personales y las comunitarias. El calendario de fiestas es, a veces, tan extenso como el de mercados, con los que las fiestas comparten capacidad para servir de lugar de encuentro y escenario de costumbres.  La fiesta máxima es la "Guelaguetza", la fiesta de la ofrenda mutua, pero son muchas las que encierran un sentido de "Guelaguetza", de participación y sentido comunitarios. En las fiestas pervive igualmente el pasado a través de las danzas, los trajes típicos, los disfraces, las calendas --procesiones con farolillos de papel de china y marmotas inmensas de tela con velas en su interior-- o el altar de muertos, propio del Día de Difuntos, tan emparentado con la forma tradicional de vida de algunas comunidades indígenas que asentaban sus hogares sobre las tumbas de sus antepasados.