Los cuentos y las leyendas tienen un carácter general, es algo común en la historia de nuestros pueblos, ya sea concebida en un hecho inverosímil, es decir, producto de un mito, o bien fundada en la verificación de un remoto y significativo suceso en cuyo caso a veces toma cuerpo de tradición, de la que a su vez se derivan ciertos usos, prácticas y costumbres cuyas manifestaciones constituyen precisamente la médula del folklore.   En este aspecto Oaxaca cuenta con diversidad de leyendas de carácter mítico e histórico; entre las primeras figuran la leyenda zapoteca del nacimiento del fuego, la del mítico alumbramiento de los árboles de Apoala, progenitores del primer hombre y la primera mujer mixtecos; entre las segundas figura la poética leyenda de la princesa Donají y las singulares apariciones de la Virgen de la Soledad y de Juquila.  En cada uno de los relatos podemos encontrar una serie de sugestivas anécdotas, tradiciones y leyendas que van desde las que tienen sabor a epopeya, hasta las que nos recuerdan las consejas referidas a los abuelos, la narrativa del acontecer cotidiano es muy rico y variado en Oaxaca y el sabor que le ponen nuestros paisanos es una manifestación muy especial. El origen de la fiesta de los Lunes del Cerro se vincula con los ritos prehispánicos dedicados a Centeótl, diosa del maíz. Tras la llegada de los españoles, franciscanos y dominicos prohibieron los cultos a Centeótl, destruyeron el altar de la diosa situado en las faldas de Daninayaoloani, el Cerro de la Bella Vista, hoy Cerro del Fortín, y en su lugar construyeron el templo católico dedicado a la Virgen del Monte Carmelo, hoy templo del Carmen Alto. En los tiempos de la Independencia de México y de la revolución mexicana, la festividad dedicada a la Virgen del Monte Carmelo siguió teniendo gran aceptación en el pueblo, que subía tras los actos religiosos al cerro, a disfrutar de un día de campo. En 1932, con motivo del 400 aniversario de la Ciudad de Oaxaca, se celebró un homenaje a la capital por parte de representantes de todas las regiones del Estado, con bailes, música, espectáculos y una "Guelaguetza" representante de la Ciudad de Oaxaca. Estos bailes causaron un gran impacto en los oaxaqueños que decidieron repetirlos, en el Cerro del Fortín, durante las fiestas de los Lunes del Cerro. A partir de 1953, quedaron definitivamente unidas la tradición de la Guelaguetza y las fiestas de los Lunes del Cerro, y, en 1974, se inauguró un auditorio con capacidad para 11.400 asistentes con el fin de acoger el acto central de la fiesta, los bailes de los representantes de todas las regiones.