Los trabajos en madera son también reconocidos internacionalmente. Su inspiración es claramente cotidiana. Hay esqueletos y diablos, porque hay fiestas con esqueletos y diablos, como el Carnaval o el Día de Muertos; hay reyes y belenes, bandas de música, naturaleza y animales. Algunos animales cotidianos (armadillos, iguanas, caracoles, gatos) han sido transformados en seres fantásticos: los alebrijes, el último ejemplo de la capacidad de los artesanos oaxaqueños para vincular tradición y fantasía poética, creación y respeto a una herencia de siglos. Desde Oaxaca se alcanzan con facilidad las grandes ciudades con maravillas prehispánicas (Monte Albán, Mitla, Yagul, Lambityeco), Santa María del Tule con su árbol milenario y los pueblos donde se levantan los magníficos ex conventos dominicos: Yanhuitlán, Teposcolula, Coixtlahuaca, Tamazulapan, Tlacochahuaya o Tlacolula. Líneas regulares de aviación enlazan la ciudad, en poco más de media hora, con los paraísos de la costa (Bahías de Huatulco, Puerto Escondido) y la nueva autopista permite alcanzar México D. F. en menos de cinco horas. Oaxaca es el centro de un estado desbordante en atractivos que expresa lo mejor de todos precisamente en su capital, a partir del cuadrado mágico formado en torno al Zócalo, la plaza ideada para vivir la vida y conocer el mundo, sin más esfuerzo que el de elegir un buen sitio a una distancia justa, correcta y equilibrada, del Palacio de Gobierno y la Catedral.