El plato más singular son los "chapulines colorados", diminutos saltamontes que se sirven, como aperitivo, muy salados y poseen su propia leyenda: dicen que quienes los prueban siempre acaban por regresar a Oaxaca. El escenario más apropiado para lucir y observar, enseñar y compartir, se encuentra en las fiestas. En Oaxaca se celebran todas: Navidad, Pascua, Todos los Santos, la Constitución, el Día del Trabajo, el Día de la Virgen (cada pueblo tiene su Virgen) o su santo local, los héroes nacionales, las victorias y derrotas históricas, la Semana Santa y, por supuesto, Año Nuevo. Hay días especiales para festejar a los maestros, los carteros, los doctores o los periodistas. A todo ello se añade que cada barrio tiene su festejo comunal y cada familia tiene sus respectivos nacimientos, bautismos, confirmaciones, bodas y entierros, además de celebrar a las quinceañeras, que se engalanan para presentarse en sociedad al cumplir la edad del cambio.  La fiesta mayor de Oaxaca, la Guelaguetza, es la forma institucional de la reciprocidad. Los dos primeros lunes posteriores al 16 de julio, representantes de cada comunidad celebran en Oaxaca una fiesta cuyo nombre significa regalo u ofrenda mutua, manifiesta signos y claves de la tradición prehispánica y adorna con músicas y bailes el momento de compartir las cosechas y actividades de cada región: ejemplares de piñas, mangos, sarapes, cestos, bebidas, panes y café llueven sobre los asistentes como símbolo de la disposición general a compartir, intercambiar y sobrevivir unidos.