De padres a hijos, el pasado prehispánico se ha transmitido siglo tras siglo y pervive y se manifiesta en las fiestas, los mercados, la música, la ropa, el habla y la gastronomía; en la importancia concedida, aún, al trabajo comunal, a los ritos de intercambio, a la ayuda recíproca; y en la estrecha vinculación entre la vida cotidiana y los rituales que alcanzan la esfera de lo sagrado.  La tradición, el ritual y la magia se expresan en las danzas, el medio secularmente empleado para propiciar y dominar la voluntad de las potencias misteriosas, según el análisis realizado por la investigadora Doctora Margarita Dalton. En cada comunidad, los consejos de ancianos, los cabildos y las gentes de sabiduría se han preocupado de mantener y alimentar las costumbres relacionadas con las danzas y su música, que, necesariamente, acompañan al hombre cuando tiene que actuar sobre las fuerzas del universo para propiciar la lluvia, la caza o las buenas cosechas; cuando celebra las bodas, acoge a los recién nacidos o despide a los muertos. "El danzante --dice la doctora Dalton-- no baila para su diversión o para la del público: sus danzas son una plegaria que invoca el apoyo de las fuerzas supremas que él considera dominan el mundo".  Un sólido desarrollo han tenido los proyectos ecoturísticos en la Sierra Juárez y en la costa de Oaxaca. Hoy podemos visitar y conocer lugares escogidos por la naturaleza para preservar esa enorme riqueza en especies animales y vegetales, que por sus características hasta hace algunos años se desconocían de su existencia en la región. Ixtlán de Juárez y las fincas cafetaleras abren sus puertas para mostrar al mundo su riqueza ecológica y cultural.