El guía Amner se pasea por el Amazon Canopy Walkway, uno de los puentes colgantes más largos del mundo, que permite ver los animales del bosque primario desde una altura de 37 metros y está suspendido a lo largo de los 14 árboles más altos del área. llí donde la materia, y la verdad, son redundantes.En la carretera hacia la Gran Sabana, sobre el río Cuyuní, hay un viejo puente de hierro colgante. Los guías locales lo presentan con orgullo a los turistas como diseño de Gustave Eiffel. Según cuentan, una vez un barco de carga encalló en el delta y el puente prefabricado, que tenía otros destinos, finalmente fue rematado, viniendo a armarse donde menos se esperaba. ¿A dónde nos pueden llevar los caminos de esta leyenda...?Gustave Eiffel, nacido en Dijon en 1832, era un especialista en puentes. La misma Torre Eiffel, la cúspide de sus búsquedas, no es estructuralmente “más que una pila de puente llevada a la locura de la grandeza: un puente que no sostiene nada”. Los puentes “eran la gran especialidad de la casa”: su fábrica en las afueras de París hizo puentes para casi todos los ríos de Francia: para el Garona, para el Lot, el Dordoña, el Marne, el Cher, el Indre, el Truyère, el Tardes, el Saone, el Sena, todos calculados científicamente y confeccionados hasta las décimas de milímetro. Pero también fue normal para Eiffel el construir puentes en lugares indeciblemente lejanos a su patria. Nombres como Conchinchina, Arica, Manila o Saigón, figuraban en los contratos y órdenes normales de compra de la compañía... Cuyuní, Yuruary, Esequibo, Guyana o Venezuela no tendrían porqué haberle sonado especialmente más sobrecogedores.Ninguna leyenda debería, por inverosímil que parezca, ser desatendida por nuestra imaginación. Si no es verdad ninguna otra cosa, al menos nos enteramos por ésta que en Guayana ronda el fantasma de Eiffel. Lo cual ya nos parece suficiente. Ahora que viene el Carnaval y seguramente muchos de nuestros lectores se enrumbarán hacia El Callao, quisiéramos sugerirles, pues, un alto en el camino. Y al ir a pasar este puente, que se asomen y escudriñen las viejas piezas prefabricadas de hierro... hasta encontrar el sello de la empresa. Acuérdense: las palabras que buscamos son:SOCIETE DE CONSTRUCTION LEVALLOIS-PERRET, o bien, simplementeGUSTAVE EIFFEL ET CIE.A nosotros no nos queda sino aventurar cómo hubiera podido ir la historia.1. Primera"Lelièvre era su hombre más confiable. Al año de haber desembarcado en la Bahía de El Callao, le escribió comunicándole su deseo de quedarse, y establecerse en el Perú por lo menos por cinco años. El mercado para puentes prefabricados que habían abierto los Hermanos Pereira con sus negocios en el área, lucía inconmensurable. Además, Chile y México necesitaban de muelles e iglesias. "Y éso que aún no entran en mis cálculos,” decía, “los pedidos que nos llegan de Bolivia, de Brasil y de la Guayana francesa”. Cayenne podía ser la sede de las operaciones. La aventura sudamericana de la empresa parecía asegurada. Eiffel suspiró: salvarían los baches de la guerra de 1870.Las cifras de Lelièvre estaban escritas con números menudos, pero promisorios. Ni que decir que en Levallois-Perret se empezó de inmediato a fabricar y embalar con renovadas fuerzas cientos de estructuras de hierro. A toda máquina... porque pronto irían por barco. Primero, a través del océano, y luego por el Esequibo, el Orinoco, el Amazonas.