El chamán local cura las diferentes enfermedades a base de leche de ojé, jengibre, clavo, y otros muchos productos naturales llegando a realizar incluso rituales con ayahuasca si es preciso. En 1999 tres biólogos moleculares viajaron al Amazonas peruano para intentar obtener datos biomoleculares en sesiones organizadas por un chamán indígena. El antropólogo canadiense Jeremy Narby nos presenta los hechos.Los tres biólogos moleculares no tenían ningún conocimiento previo sobre el chamanismo ayahuasca o el Amazonas, aunque estaban interesados en las medicinas alternativas tradicionales y el chamanismo en general. Sus edades estaban comprendidas entre los treinta y los sesenta años: el primero de ellos era una científica de una compañía norteamericana de genética, el segundo era un profesor de una universidad francesa e investigador en el Centre Nacional des Recherches Scientifiques (CNRS), y el tercero era una profesora de una universidad suiza y directora de un laboratorio de investigación.Ninguno de los tres científicos hablaba castellano y el ayahuasquero indígena no hablaba ni inglés ni francés, así que yo les serví de intérprete. Lo primero que cabría destacar es que los científicos y el chamán mantuvieron largas conversaciones. El chamán había estudiado las plantas como ayahuasquero durante treinta y siete años, y durante varios días respondió a las preguntas de los biólogos. También realizo sesiones nocturnas con ayahuasca, en las que participaron los tres investigadores, quienes tuvieron numerosas visiones, como moléculas de ADN y cromosomas.La bióloga norteamericana, que trabajaba habitualmente en el desciframiento del genoma humano, dijo que había visto un cromosoma desde la perspectiva de una proteína sobrevolando una larga hélice de ADN. Vio unas secuencias de ADN, conocidas como “islas CpG”, que le habían traído de cabeza en su trabajo, y que se hallan en mas de un 60 % de todos los genes humanos. Vio que poseían una estructura distinta a la del ADN circundante, y que esta estructura particular les permitía ser fácilmente accesibles y, de este modo, poder servir de “plataformas de aterrizaje” para las proteínas de trascripción, que se acoplan a las moléculas de ADN y realizan copias precisas de secuencias genéticas. Dijo que la idea según la cual la estructura de las islas CpG les permitiría actuar como plataformas de aterrizaje no se le había pasado nunca antes por la cabeza, y que la investigación genética podría verificar pronto esta hipótesis.El profesor francés había estudiado el cordón espermático de los animales durante varios años, primero en lagartos y luego en ratones. Cuando un espermatozoide sale de los testículos y entra en el cordón espermático es aún incapaz de fertilizar un ovulo, puesto que solo pasa a ser fértil después de haber recorrido el cordón, donde actúan alrededor de 50 tipos diferentes de proteínas. Él y su equipo habían pasado años intentado averiguar que proteína hace fértil al espermatozoide, lo que podría tener implicaciones en el desarrollo de un anticonceptivo masculino. Así pues, en una de las sesiones con ayahuasca planteó tres preguntas. Primero: ¿hay una proteína en particular que haga fértiles a los espermatozoides? Segundo: ¿por qué no había sido posible encontrar la respuesta a esa pregunta después de años de investigaciones? Y tercero: ¿era el ratón el modelo apropiado para estudiar la fertilidad en el hombre? Las respuestas le llegaron a través de una voz que apareció en sus visiones. Como respuesta a la primera pregunta, la voz le dijo: “No, no es una proteína en particular. En este órgano no hay proteínas más importantes que otras, sino que las distintas proteínas deben interactuar conjuntamente para conseguir la fertilidad”. A la segunda pregunta respondió: “Ya contesté con la primera pregunta”. Y a la tercera pregunta dijo: “Esta pregunta no es suficientemente importante para que responda a ella. La respuesta puede encontrarse sin la ayuda de la ayahuasca. Intenta trabajar en otra dirección”.La científica suiza quería preguntar sobre el carácter ético de la modificación del genoma de las plantas. De hecho quería saber si era correcto añadir genes a las plantas para hacerlas resistentes a las enfermedades. Da la casualidad de que el tabaco es una planta importante tanto para los investigadores genéticos como para los chamanes del Amazonas. Chamanes de numerosas tribus indígenas afirman hablar en sus visiones con la “madre del tabaco”, esto es la esencia de la planta. Así pues, la bióloga contó que en el transcurso de una sesión inducida por la ayahuasca hablo con una entidad, que mas tarde el chamán identificó como la madre del tabaco. Esta entidad le informó de que la función fundamental del tabaco es la de servir a todos los seres vivos. También le dijo que la manipulación del genoma del tabaco no era un problema por sí mismo mientras la planta pudiera desarrollar su función primordial en un entorno adecuado y mientras la planta estuviera de acuerdo con este entorno. La bióloga contó también que había visualizado una planta resplandeciente que crecía en un desierto gracias a un gen suplementario que la hacía resistente a la sequía. Salió de esta experiencia habiendo comprendido que la manipulación genética debía evaluarse caso por caso, de tal modo que se tuviera en cuenta tanto la voluntad del científico como el modo en el que las plantas modificadas se emplearían en la sociedad.