Algunos restaurantes en el casco antiguo de Montpellier. Montpellier es una pequeña ciudad del Midi, en la región de Herault a 14 kilómetros de la costa mediterránea. Tiene unos 200.000 habitantes y es, sobre todo, una ciudad fantástica para vivir, lo tiene todo: es dinámica, acogedora, llena de vida, con todos los servicios necesarios. Además de ser francamente bonita está repleta de rincones por descubrir, ya sean históricos o modernos, multitud de zonas verdes y un clima agradable. Es una ciudad tranquila pero al mismo tiempo llena de la marcha que le dan la multitud de estudiantes de todos los rincones del planeta que pueblan sus escuelas y universidades. Si atraviesas todo el centro llegarás una pequeña avenida, la rue Foch, que termina con el palacio de justicia y el arco de triunfo y que da paso a la Promenade du Peyrou, un agradable parque, aunque con demasiado cemento para mi gusto, que culmina con el “Château d´eau” y el acueducto romano que atraviesa parte de la ciudad. Otro parque donde merece la pena perderse es el Jardin des plantes, el parque botánico más antiguo de Francia creado por Enrique IV, en 1593, para la facultad de medicina de la ciudad. Si volvemos al Antigone, nos encontramos con un barrio ultramoderno, con grandes edificios de un estilo que mezcla la arquitectura actual con el neoclasicismo lleno de grandes espacios abiertos. A mi particularmente me parece un poco frío, pero cuando estuve estaban plantando árboles por todas partes, lo que supongo que alegrará bastante la zona, el barrio acaba con un canal rodeado de restaurantes, la mayoría muy “industriales” aunque alguno con mucho encanto como La gingette, y con el edificio de la Asamblea regional. A vista de pájaro este barrio, diseñado por Ricardo Bofill, tiene forma de llave. En las proximidades hay pequeños pueblos playeros, algunos son los típicos pueblos que podrías encontrar en cualquier rincón valenciano (La grande Motte, Carnon, etc) y otros tienen pequeñas sorpresas como Palavas, con un castillo de cuento de hadas.