A la entrada del Peyrou encontramos la más representativa de estas construcciones, el Arco del Triunfo. Los habitantes de Montpellier están particularmente orgullosos de su arco, ya que tiene más de 300 años de antigüedad, es decir, casi el doble que el de París, y su orgullo occitano les lleva a intentar chinchar a los capitalinos siempre que tienen ocasión. Por la parte de atrás del Peyrou encontramos otro monumento de estilo romano construido en esa misma época aunque mucho más impresionante, Les Arceaux. Se trata de un enorme acueducto hecho a imagen y semejanza del Pont du Gard (del cual hablaré en breve) y que efectivamente se utilizó para canalizar agua a la ciudad hasta hace 20 años. Actualmente no cumple ninguna función práctica, pero hace muy bonito. La Promenade en sí no es demasiado destacable: árboles y flores, mucho sitio para hacer cosas, y una estatua ecuestre del Rey Sol en plan César. Lo bueno que tiene el sitio es que tanto espacio da pie a muchas actividades públicas improvisadas, con lo que se ha convertido en el centro neurálgico del perroflautismo local. Siempre hay gente practicando con los bongós o haciendo malabares, actividades en las que se puede participar sin mayor problema. Por mi parte, hoy he pasado un rato muy agradable aprendiendo a bailar las danzas regionales de Occitania a la luz de la luna. En general se trata de bailes en grupo muy sencillos y con ritmos bastante vivos, lo que garantiza que todo el mundo se anime y pase un buen rato, la torpeza o la vergüenza no son excusa para quedarse al margen. Os lo digo yo, que como muchos ya sabréis tengo dos pies izquierdos.