La Ciudad de Oaxaca refleja la mezcla de la herencia indígena y la arquitectura colonial, casas de no más de dos pisos de altura, que en la mayoría de las ocasiones son pintadas de colores pastel. También se la conoce como la "Ciudad Verde", debido a que mucha de la cantera que da vida a sus construcciones es de este color. Es tal su esplendor arquitectónico que le valió ser designada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad. En el centro de la ciudad se encuentra el Zócalo, compuesto por dos plazas. Es un lugar donde puedes pasarte horas y horas simplemente sentado en un banco, o en la terraza de un bar, contemplando el ir y venir de la gente: siempre hay animación. Vendedores de artesanías, niños jugando, el limpiabotas que siempre está al corriente de todo lo que sucede, o el simple hecho de contemplar el colorido de algunas vestimentas folclóricas pueden conseguir el deleite de nuestra vista. Por la noche el Zócalo todavía se ameniza más. Escuchar a la banda estatal, grupos de rock, o algún que otro mariachi, harán que nuestra cena tenga aún mayor sabor mexicano.
Zona Arqueológica de Monte Albán. Maravillas del año 500 A. C. puestas a nuestros pies. Está ubicada a 9 Km al oeste de la Ciudad, es una importante meseta rectangular, donde se asienta una de las más grandiosas zonas arqueológicas de México, levantada durante distintas épocas por las culturas olmeca, zapoteca y mixteca. Concretamente es la ciudad más grande de los zapotecas (cuarto grupo indígena más grande del país). Estos se dieron cuenta de que necesitaban defenderse en contra de invasores. Buscaron un lugar para observar tres divisiones del valle en su totalidad así como dos ríos, el Atoyac y Río Salado. Estos ríos fluyen paralelamente a las rutas de comercio más importantes. Con la construcción de una pirámide en este sitio fue posible el control del Valle de Oaxaca. Si escalamos Monte Albán al amanecer es posible ver la niebla matutina, ésta perdura sobre el valle como un velo nocturno y se eleva cuando sale el sol. Quizás esta es la razón por la que los zapotecas suelen autonombrarse la "gente de las nubes".
La civilización de Monte Albán existió del año 500 A. C. Al 1500 D. C. En su apogeo cultural la ciudad contaba con 25.000 residentes. La élite vivía en palacios sobre mesetas de la montaña. La montaña era poblada densamente y estaba dividida en terrazas con casas y campos de cultivo de maíz. Fue un importantísimo centro ceremonial, entre sus construcciones más sobresalientes se encuentran: el Edificio de los Danzantes, el Juego de Pelota y el Observatorio, además de una serie de esculturas talladas en alto relieve. Actualmente se trabaja en la reconstrucción de algunas piezas arquitectónicas seriamente castigadas por el severo paso del tiempo.

Zona Arqueológica de Mitla. El ambiente de Mitla difiere en gran medida del de Monte Albán con sus magníficas vistas; sin embargo, la arquitectura de Mitla es impresionante. Está a unos 45 km al este de la ciudad, su nombre significa "Lugar de los muertos" y su edificación data aproximadamente del año 800 A. C. Es otra importante zona arqueológica edificada por la cultura mixteco-zapoteca. Su planta arquitectónica es cruciforme y sus cámaras y antecámaras están ricamente decoradas con asambles y tallados de frisos de grecas a la manera de las fachadas de los edificios principales. Es mucho más pequeño que Monte Albán, pero las decoraciones de los palacios son asombrosas. La zona arqueológica está dividida en dos partes, y para poder ver una de ellas es necesario pasar a través de una iglesia católica. Se puede acceder a varias tumbas. En la número 1 hay una columna monolítica que sustenta el techo, a la que se le llama "Columna de la Vida", y se dice que abrazándola, por la distancia que queda entre la punta de los dedos, sabrás cuantos años vas a vivir. La tumba número 2 presenta pintura mural sobre estuco en sus dinteles interiores. La tradición funeraria fue la de enterramientos consecutivos, depositando los cadáveres con sus ofrendas y removiendo hacia los lados los restos de depósitos anteriores. Ambas tumbas fueron exploradas entre 1900 y 1902 por Mushall Saville, aunque habían sido saqueadas en épocas anteriores.

Zona Arqueológica de Yagul. En esta zona se encuentra uno de los juegos de pelota más grande de la región oaxaqueña. Son las ocho de la mañana, y después de 36 km, el conductor del autobús me indica que hemos llegado a la altura de Yagul. Nos bajamos dos personas, y delante nuestro sólo se podía divisar una interminable carretera recta con mucha vegetación a ambos lados. La zona arqueológica está a unos 2 km del cruce de la carretera Oaxaca-Mitla, y Ernesto también se dirigía allí. Trabaja ocho horas en un plan nacional de conservación restauración. Unos días limpia, otros días corta la abundante hierba que crece en los alrededores, y hoy concretamente decantará arena. Es algo parecido a lo que antaño hacían los buscadores de oro. Un camión trae arena, y él, mediante una criba, separa las minúsculas piedras por tamaños, para conseguir las máximas posibles, similares al grosor de un grano de café. Estas, luego, mezcladas con una especie de cemento, compactarán los espacios existentes entre piedra y piedra de las construcciones zapotecas, con el fin de ayudar a su permanencia en el tiempo. Esta zona fue poblada en el año 700 A.C. hasta el año de 1512 D.C., su nombre proviene del vocablo zapoteca YA-GULE que significa "ÁRBOL O PALO VIEJO", sus estructuras principales son: juego de pelota, conjunto de los siete patios, templo, fortaleza, tumbas, plazas, y zonas habitacionales. La ubicación de Yagul fue de gran importancia militar, ya que se encuentra sobre una montaña que domina visualmente el Valle de Tlacolula y esto permitía ser defendida con facilidad de los grupos enemigos.
San Bartolo de Coyotepec. El centro alfarero más grande del estado, o simplemente un buen lugar para jugar al volley-calle. San Bartolo es una pequeña población situada a 15 km al sur de la Ciudad de Oaxaca. Su fama es reconocida internacionalmente por la originalidad de sus piezas en barro de color negro. Este acabado se logra mediante un procedimiento secreto, guardado de padres a hijos, aplicado durante la cocción de la cerámica. También cuenta con un mercado de artesanías, en el que los mismos creadores de arte serán los encargados de enseñarnos y vendernos sus obras. Una vez acabada la visita del mercado, pensé que tendría que ir más allá de lo que mis ojos estaban viendo: ver cómo era realmente la gente del pueblo, dónde vivían, qué hacían, o simplemente a qué dedicaban el tiempo libre. Empecé a caminar por las polvorientas calles sin asfaltar. Las casas, fabricadas de piedra y de una sola planta en la mayoría de casos, escondían jardines traseros en los que se aprovechaba el espacio para dejar secar el barro cocido por la mañana. La leña amontonada al lado del gran horno, los niños correteando detrás de las gallinas, un par de caballos atados a un árbol, todo era armonía y sencillez. A lo lejos de la calle en que me encontraba, podía ver a unos chicos jugando. Al principio presupuse que se trataba de un partido de fútbol callejero, pero, poco a poco, conforme me iba acercando empecé a ver la red, y me di cuenta de que era un partido de volley-calle. La red, atada transversalmente de casa a casa, dividía a los chicos en dos equipos. El suelo de arena, con algún que otro charco, y las camisetas de más de uno embarradas, hacían suponer que el partido iba en serio. Poco a poco, me fui integrando en el ambiente deportivo que allí se respiraba. Si en España el deporte rey es el fútbol, allí lo es el voleibol. Era un partido a tres sets, y los perdedores tendrían que pagar las cervezas. No era algo esporádico, comentaban, "cada tarde nos reunimos para echar el partido". Yo ya lo había intuido, la calidad de juego, si bien no era profesional, denotaba cierto rodaje. Durante más de una hora estuve tomando instantáneas, hasta que Claudio recibió un pase cerca de la red, cambió el juego hacia el lado contrario, y Alfonso que venía desde atrás machacó. Final del partido, habían ganado dos sets a uno, y ahora tocaba refrescarse y mitigar el calor. Estaba invitado a la fiesta, ya que era el único reportero que habían tenido en todo el tiempo que llevaban jugando a voleibol, y nos dirigimos a lo que ellos llamaban bar. Era una planta baja, que pertenecía a Luis, uno de los jugadores del equipo perdedor. Una habitación de no más de 30 m cuadrados, en la que sólo había una nevera y una mesa de plástico con siete u ocho sillas, era suficiente para poder charlar y jugar unas partidas a cartas, cuando el tiempo les impedía jugar al voleibol. De la pared, colgaban dos pósters, uno de una actriz americana semi-desnuda y otro de un surfista en la playa de Puerto Escondido. La luz, colocada de forma que alumbraba la mesa, era una simple bombilla, sostenida por el cable que la mantenía viva. Una vez contestado el bombardeo de preguntas sobre España, decidí que era el momento de saber qué es lo que realmente hacían cuando no jugaban al voleibol. Menos Ernesto, que ayudaba a su padre en el campo, todos los demás giraban alrededor del barro negro. Casi todas las familias tenían un horno donde cocer el barro, y algunos incluso presumían de haber creado moldes con diseños propios. Otros simplemente trabajaban cada día en las pequeñas tiendas que estaban repartidas en las inmediaciones del ayuntamiento vendiendo el barro que el día anterior habían elaborado sus hermanos. Es un negocio duro -se trabaja siete días a la semana- y rara vez hay vacaciones. El único desahogo del día, me comenta Claudio, "es esperar a que lleguen las seis de la tarde, que no llueva, y jugar nuestro partido de voleibol".

Santa María Atzompa. Si San Bartolo de Coyotepec destaca por sus obras en barro negro, Santa María Atzompa lo hace por la elaboración de piezas de barro verde vidriado y barro natural. Primero se cuece el barro, y posteriormente se le da el tinte de color verde. Destacan, sobre todo, las enormes ollas confeccionadas con la técnica del pastillaje y el calado. Joaquín Juárez, es uno de los artesanos de la zona. Cuando llegué a su casa, su mujer estaba envolviendo los jarrones que estaban secos y listos para ser vendidos. Mientras, él raspa otros con el fin de dejarlos lisos y pulidos. Al principio, cuando el barro aún esta tierno, son de una tonalidad oscura, como los de Coyotepec, pero luego el barro toma su color, avisándonos que ya está listo para ser pintado de verde. Las cerámicas de Atzompa suelen ser para uso domestico, abundando sobre todo las ollas, como la que Joaquín muestra en la foto. Cuando las ventas no funcionan, o la cantidad de piezas de barro fabricadas es excesiva, las ollas dejan paso a lo que ellos llaman "muñecas bordadas". Son figuras de barro, elaboradas a mano, sin ningún tipo de moldes, y suelen estar inspiradas en animales o siluetas de muñecas. La ubicación del pueblo es idónea para las ventas, ya que está situada en la falda de Monte Albán y a tan sólo 6 Km de la Ciudad de Oaxaca. A pesar de tener mercado propio en la población, siempre se consiguen mejores ventas en los lugares más turísticos: si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña. Durante la mañana es cuando están encendidos los hornos, y es posible ver el humo ennegrecido que sale de las casas incluso a varios kilómetros. Todos en el pueblo se dedican a lo mismo, pero no existe espíritu de rivalidad, sino todo lo contrario. Joaquín comenta: "Todos somos, ante todo, amigos. Cuando mi vecino enferma, mi mujer y yo le echamos una mano. Cualquier día puede pasarme a mí, y es un salvoconducto para seguir sobreviviendo". Su mujer se acerca con unas fotos en la mano muy antiguas, en blanco y negro: "Estos son mis padres. Fíjate, estaban cociendo barro. Lo hemos heredado generación tras generación, en realidad, no sabemos hacer otra cosa. Es lo que nos hace diferentes al resto de pueblos". Hay que reconocer que el trabajo en sí requiere destreza, sobre todo los animales, realizados en una especie de barro que ellos llaman pastillaje. Todos diferentes, y todos obras de arte.

Zaachila. Está situado a 17 Km al sudeste de la Ciudad de Oaxaca, y lo que hace diferente a este pueblo es su personalísimo mercado. Sólo está abierto los Jueves y, en vez de las típicas artesanías, lo único que allí venden es leña. Trozos de madera más grandes, más pequeños, de mayor calidad, de menor calidad, cortados, sin cortar... Todo gira alrededor de la leña. Algunos llegan en camiones que cargan hasta los topes. Otros en 4 X 4 y los menos agraciados cargan con ella al hombro. La calle principal es un desfile, un ir y venir de gente hacia el mercado. Un caballo tira de un enorme carro vacío. Al poco tiempo vuelve exhausto con el carro lleno a rebosar. Es el único mercado de leña del Estado. La madera es necesaria para mantener vivos los hornos de Coyotepec, los de Atzompa, y los de otros muchos pueblos que se dedican al negocio del barro. Está atardeciendo y ha llovido. El agua del suelo refleja el colorido de la ciudad. El pueblo está ubicado en una zona muy frondosa y conforme vamos entrando en el núcleo el verde deja paso a los vivos colores en que están pintadas las fachadas de las casas y tiendas. Aquí la belleza de las cosas, como tantas otras veces, se encuentra en su simplicidad. No hay zonas arqueológicas ni bonitas playas donde bucear, pero la sencillez de la gente y el marcado aire rural-colonial del pueblo consiguen una mezcla que hace que todo sea diferente. Todo te entra por la vista. Podrías pasarte horas y horas simplemente sentado contemplando el carro que va, el camión que viene, los niños que juegan, o el anciano que no está conforme en el precio que quieren hacerle pagar por el fardo de leña.
Ayutla. Donde termina lo lógico y comienza lo incierto. Está situado a más de hora y media de Mitla, por un camino tortuoso, de arena, repleto de baches, en los que el conductor alardea de conocer bien el camino, acelerando todo lo que el motor le deja. Mientras, el sufrido pasajero, novato en mi caso, reza todo lo que sabe para que en la siguiente curva no aparezca de repente otro autobús. Esa mañana tuve que madrugar, eran 3 horas de autobús desde Oaxaca, aunque lo peor era la combinación para llegar. Un autobús me llevaría hasta Mitla, y allí tenía que esperar a que pasase otro hasta Ayutla. El motivo de mi visita era conocer a la gente de las montañas, una cultura que conserva sus raíces autóctonas (algunos ni siquiera sabían hablar castellano). El autobús no tardó, era diferente al resto, o por lo menos la parte interior. Cajas de fruta, otras de verdura, un cerdo metido en un saco, el pío-pío de algunos pollos; todo se amontonaba con la gente, que casi no tenía sitio para ir sentada. Era como el Arca de Noé. Los pasajeros, cuando bajaban a la ciudad, era para comprar provisiones para al menos una semana. Una vez allí, empecé haciendo la visita de rigor al párroco. Había dos razones: las vistas desde los campanarios suelen ser las mejores, y ellos son los que lo saben todo acerca del pueblo. Estaba el clérigo subido en una escalera, cambiando los cristales de una vidriera, y si bien no pude hablar mucho con él, me dio permiso para subir al campanario. Después de las panorámicas, decidí relacionarme un poco con la gente. Eran amables, aunque un poco reacios a mi cámara. Conmigo en todo momento hablaban castellano, pero cuando mantenían una conversación entre ellos lo hacían en otra lengua. Todavía es posible ver algunos pueblos en la montaña, apartados del resto de la civilización, las culturas ancestrales, con todo lo que ello comporta: idioma, forma de vestir, ilusiones, hábitos…
¿Cuánto tardará en afectarles la globalización?.
Los pequeños puestos de frutas afloran en la plaza principal. Otras gentes, de pueblos más alejados, utilizan Ayutla como mercado intermedio para sus compras, y así no tener que perder un día entero en ir a la capital. Ayutla, es la frontera entre la civilización y la cultura indígena.
Hierve el Agua. Está formado por dos cascadas de carbonato de calcio petrificadas, y dos pozas de agua carbonatada, dando falsa impresión de que el agua está hirviendo. De ahí el nombre: Hierve el Agua. Se sitúa al sur de Mitla, de donde salen furgonetas que en una hora llegan hasta aquí. El agua brota a flor de tierra, o sale de entre las rocas, para mantener siempre llenas las "piscinas". Por su composición, carbonato de calcio, da la impresión de que estás sumergido en un inmenso jacuzzi. El territorio oaxaqueño está poblado de yacimientos de agua, algunos se caracterizan por sus aguas sulfurosas (frías o calientes), otros por sus aguas termales, aguas calcáreas, o aguas carbonatadas, como es el caso de Hierve el Agua. Los oaxaqueños son conscientes de que tienen un tesoro divino, y algunos días de fiesta disfrutan poniéndose en contacto con la naturaleza. El baño en las piscinas puede compartirse con un paseo de dos horas por la montaña. Hay una ruta bien marcada, que descubre los lugares más intrínsecos. En la zona hay un pequeño complejo turístico, que lejos de hacerle competencia a la naturaleza pretende acercarnos ciertas comodidades: hay cabañas para poder pasar la noche, restaurantes para saciar el hambre, vendedores de cocos, y por si fuera poco dos piscinas, aunque éstas son artificiales. Podemos pasar un día entero participando y disfrutando de uno de los escenarios más bellos del país, con la ventaja de que su ubicación es bastante accesible. Otros, en cambio, se hayan ignorados por su difícil acceso, o por su lejanía. Si bien el turista no suele acercarse a estos lugares, es recomendable su visita, especialmente entre semana que está menos concurrido y disfrutaremos más. Para volver, las últimas furgonetas salen sobre la seis y media.

Texto y fotos: Sergi Reboredo.
La Costa Oaxaqueña tiene paraísos para todos los gustos: desde pescar en aguas verdes cristalinas, surfear con olas de hasta 8 m, bucear contemplando las bellezas escondidas bajo el agua, a bebernos un coco en una playa desierta. Por Sergi Reboredo.
Puerto Escondido. Sobre todo, es un pueblo pesquero, pero cada vez más se ve favorecido por el turismo nacional e internacional. En primera línea de mar de la Playa Principal las barcas vienen y van vendiendo lo pescado hasta el momento. A cincuenta metros de la arena, y paralelo a ésta, se encuentra un paseo donde abundan las tiendas de todo tipo. Podemos comprar recuerdos, cambiar moneda, degustar la comida típica de la zona a base de pescado fresco, o incluso, si nuestro estómago ya está muy atiborrado de picante, comer un plato internacional. La carretera principal costera separa muy claramente la zona pesquera-turística del centro de la población. Una vez cruzada dicha carretera los hoteles dan paso a las casas empedradas, donde vive la gente del pueblo. La calle principal, una de las pocas que están asfaltadas, llega hasta el Mercado Benito Juárez, donde se venden las delicias del mar (pescadas esa misma mañana), así como frutas y especies.
Paseando por la Playa Principal se puede llegar al espigón. Allí, los niños se dedican a pescar. El sistema es bastante curioso. Un hilo de nailon, con una minúscula boya en la punta, es lanzado como si de una honda se tratara a no muchos metros de la orilla. A unos centímetros de la boya, hay un anzuelo con un trocito de sardina. Cuando los centenares de peces más pequeños son atacados por otros más grandes suben a la superficie rompiendo la tranquilidad del agua. En ese momento, aprovechan para propinarle un golpe seco al hilo, hacia sí mismo. Algunos peces al ver el movimiento de la sardina sienten atracción por morderla y pican. Otros, los menos ágiles, no pueden esquivar el anzuelo que hacia ellos llega a gran velocidad y acaba enganchado de cualquier parte de su cuerpo.

A la mañana siguiente, antes de que el sol despuntara decenas de barcas recogen y tiran sus redes incansablemente, mientras algunas aves bajan en picado a recoger su desayuno. Un leve suspiro del agua comporta que rápidamente una barca dirija su timón hacia allí; entonces, sutilmente, la red cae encima de donde se ha producido el movimiento. El sol empieza ya ha salido y poco a poco las barcas van siguiendo el pescado mar adentro, hasta volver a dejar el agua inmóvil, quieta, reflejando los primeros rayos. No tardarán en volver a la orilla, para vender lo capturado, ante la mirada atónita de los primeros bañistas, mientras comprador y pescador discuten sobre el precio de las doradas, bonitos y algún que otro atún.
Zicatela. Si los Beach Boys hubiesen sido mexicanos, vivirían en una cabaña de Zicatela. El nombre le viene dado por el conjunto rocoso donde termina la playa, aunque, por Zicatela, todo el mundo conoce esta mezcla de varios kilómetros en línea recta de arena, con olas descomunales. El agua es de un azul claro, solo despintado por la espuma blanca que acompaña a las olas. Estas, de tipo "rizo", llegan en algunos casos hasta los ocho metros de altura, haciéndola ideal para disfrutar del surf. Según los entendidos de este deporte Zicatela es la tercera mejor playa del mundo para surfear, disputándose incluso dos campeonatos al año, uno en Agosto y otro en Noviembre.
A cualquier hora del día hay gente practicando el surf, pero los que verdaderamente lo llevan en la sangre suelen ser gente madrugadora, y nada más amanecer ya están "esperando la ola". En la misma playa, hay cabañas de madera donde poder dormir, y los precios no suelen ser muy elevados. Resulta agradable, sobre todo al atardecer, caminar por la arena, desde la Bahía Principal de Puerto Escondido hasta la playa de Zicatela. Durante el recorrido a pie, que no es muy largo, varias jovencitas nos convencerán para comprarles donuts caseros y unas buenísimas tortas de miel ó un baso repleto hasta los topes de fruta ya pelada.
Los surfistas van saliendo del agua, y las barcas regresan a la orilla, son señales inequívocas de que está oscureciendo, y la noche debe llegar para dejar paso a otro día. Cuando la luna ya se refleja en el agua y los estómagos están saciados es el momento de dejar paso a la fiesta. Cerca de las cabañas, en la arena, empieza a acudir la gente, con cervezas en la mano. Conforme vas acercándote el sonido de los Beach Boys se hace más latente. Risas, gente bailando, y algún que otro atrevido en el agua, hacen de Zicatela una California a su estilo. La fiesta ha empezado pronto y no acabará muy tarde, mañana hará buen día y hay que madrugar, las olas no esperan.
Puerto Ángel. Quien viaja hasta aquí lo hace para pasar por lo menos una o dos semanas. Está ubicado a unos 75 Km. de Puerto Escondido, habitado casi en su mayoría por pescadores. Cuenta con dos apacibles playas: la del Muelle y la del Panteón. Es un sitio tranquilo para establecerse, los precios de las habitaciones son bastante asequibles, y al ser un lugar más o menos céntrico resulta idóneo para visitar enclaves cercanos: Bahías de Huatulco, Zipolite, Ventanilla y el Mariposario. No muy lejos del muelle, ya en la blanca arena de la playa, varios chicos disputaban un partido de fútbol. Queda demostrado que el aburrimiento en Puerto Ángel no existe, las playas no están concebidas sólo para tomar el sol, si no que también se debe disfrutar de ellas.
A tan sólo 4 kilómetros de Puerto Escondido se encuentra Zipolite, una larga playa de un kilómetro repleta de cabañas donde pasar la noche, ya sea albergado en su interior o estirado en una plácida hamaca. Ésta es una de las pocas playas nudistas que encontraremos en todo México, y suele estar muy frecuentada por turistas americanos. El ambiente difiere en gran medida al del resto de playas; la fiesta está garantizada y se alarga hasta muy entrada la noche, por lo que la gente comienza la jornada de playa no antes de las doce del mediodía.
Bahías de Huatulco. Los trípticos publicitarios hacen mucho hincapié en los complejos turísticos de alto standing: verdes campos de golf, marchosas discotecas…, pero creo que se olvidaban resaltar lo más importante: sus bahías.
Nueve hermosas bahías que esconden cada una un atractivo personal, si bien todas tienen en común el verdor y transparencia de sus aguas. La Bahía Santa Cruz, aunque no deja de ser bella, es la más transitada. Para acceder al resto de bahías es necesario alquilar una barca o apuntarse a una de las excursiones en crucero que salen del mismo puerto de Santa Cruz, ya que por su intrincada situación el acceso por tierra resulta imposible. En el puerto podemos encontrar catamaranes que nos llevan a visitar el resto de bahías. Uno de ellos es "Mi amor". Zarpa sobre las once. El mar está en calma, todo lo contrario que la cubierta del barco. Las canciones discotequeras se suceden una tras otra, y los animadores bailan sin cesar haciendo partícipes a todos los pasajeros.
Cuando el sol calienta de lo lindo es el momento de refrescarse. Las bebidas a bordo son gratuitas. Puedes comenzar por una margarita muy fría y dejar paso a un reposado mezcal.
No tarda más de dos horas en desembarcar en la primera bahía: Riscalillo. Sus mansas aguas son de color verde claro y poseen un gran ecosistema marino por lo que son idóneas para la natación y el buceo.
La gente se divide en dos grupos. Unos optan por relajarse en la playa mientras que otros se decantan por el buceo. Ni siquiera tienes que preocuparte por el equipo. Éste es repartido por miembros de la tripulación junto con un llamativo chaleco de color rojo. La segunda parada, ya a mediodía, es más relajante. La Bahía de San Agustín tiene varios restaurantes a pie de playa donde saciar el hambre, y sus aguas también son verdes y transparentes. Después de comer y relajarse se vuelve a embarcar para emprender el camino de vuelta. El día de vacaciones en el mar ha terminado.

La costa oaxaqueña.
Geografía
El estado de Oaxaca, está situado al Sureste de México, limita al Norte con Veracruz y Puebla, al Este con Chiapas, al Oeste con Guerrero, y al Sur con el Océano Pacífico.
En la ciudad viven unas 250.000 personas, y otros 3.000.000 de habitantes están repartidos por todo el estado.
Cómo llegar
Los dos enclaves principales, Puerto Escondido y Bahías de Huatulco, poseen aeropuerto. Podemos acceder a él directamente desde México D.F., o bien desde Oaxaca. Si nuestra economía no nos lo permite, el autobús desde Oaxaca sólo nos costará entre 100 y 150 pesos, dependiendo de la categoría del autobús. Si el destino es Puerto Ángel, hay que tener en cuenta que el "camión" nos dejará un pueblo antes, Pochutla, desde ahí, por algo más de 5 pesos un taxi compartido nos acercará al destino.
Moneda
La moneda oficial es el peso mexicano. Otra de las opciones puede ser los cheques de viaje, que le darán una seguridad extra a nuestro dinero, y son aceptados en todos los bancos y oficinas de cambio. También se pueden realizar compras o sacar dinero con las tarjetas de crédito Visa y Mastercard.
Ropa
Siempre ropa ligera, que se pueda lavar y secar fácilmente, unas zapatillas deportivas, el bañador, la toalla, las sandalias, unas buenas gafas de sol, y el equipo de submarinismo, si tenemos intención de bucear. Si bien este equipo nos lo pueden alquilar sin problemas allí, siempre resulta más confortable llevarnos el nuestro. No hay que olvidar que algunas tardes le da por llover, y un chubasquero plegable nos puede sacar de un apuro.
Rincones muy tentadores
1 - Puerto Escondido
Pueblo enclavado a 310 kilómetro al Sur de Oaxaca, donde la pesca local se entremezcla con el turismo. Es conveniente darse una vuelta por el mercado local de alabastros. Las puestas de sol son magníficas, y madrugando un poco, nos fascinará ver como pescan las barcas a pocos metros de la orilla, mientras amanece.
2 - Zicatela
Es una playa auténticamente surfista: abierta al mar, larga, y con olas descomunales, que en algunos casos llegan a los ocho metros. Cada año se celebran dos campeonatos profesionales de surf, y según entendidos es la tercera mejor playa del mundo para practicar este deporte
3 - Puerto Ángel
Situado al este de Puerto Escondido se encuentra este tranquilo puerto de pescadores.
Idóneo tanto para el que busca relax en sus vacaciones como para el que busca un enclave para establecerse y visitar sus alrededores.
4 - Bahías de Huatulco
Complejos hoteleros de alto standing dejan paso a nueve hermosas bahías de imposible acceso terrestre. Desde el puerto de Santa Cruz es posible alquilar botes o realizar excursiones a bordo de catamaranes. Todas las bahías se caracterizan por el verdor y transparencia de sus aguas, siendo estas idóneas para practicar el submarinismo.
Hierve el Agua, un paraíso natural donde el viajero puede descansar del estrés de la ciudad sumergiéndose en unas piscinas naturales de intenso color verde turquesa, disfrutar de las vistas que ofrecen las cascadas de sal e incluso saborear la suculenta gastronomía oaxaqueña.
En Hierve el agua son muchos los geólogos, biólogos y arqueólogos que han estudiado el terreno. La zona ha sido reconocida como un probable lugar sagrado de los antiguos zapotecas y en los alrededores se encuentra un sistema de riego que puede datar de más de 2500 años de antigüedad y del cual en la actualidad aún quedan vestigios.
El territorio oaxaqueño está poblado de yacimientos de agua, algunos se caracterizan por sus aguas sulfurosas (frías o calientes), otros por sus aguas termales, aguas calcáreas, o aguas carbonatadas, como es el caso de Hierve el Agua. Los oaxaqueños son conscientes de que tienen un tesoro divino, y algunos días de fiesta disfrutan poniéndose en contacto con la naturaleza.
Piscinas de agua efervescente donde poder relajarse.
Aunque su nombre en un principio parece indicar que se trata de aguas termales muy calientes, en realidad se trata de varios manantiales de aguas templadas no termales que a causa de su efervescencia da la impresión de que están apunto de ebullición. La temperatura del agua es ligeramente superior a la del medio ambiente y ronda los 22ºC - 25ºC, muy lejos de los 100ºC que harían falta para que el agua comenzase a hervir.
El agua está a la temperatura perfecta, ni muy fría ni muy caliente. Desde allí se puede ver cómo las nubes dibujan extrañas formas en un cielo azul oscuro intentando tocar las cimas de las montañas más próximas. Todo es plácido y tranquilo, romántico y sensible. Quizás es lo más parecido al paraíso con el que todo el mundo sueña poder estar algún día.
El agua brota a flor de tierra, o sale de entre las rocas, para mantener siempre llenas las balsas. Por su composición, carbonato de calcio, da la impresión de que estás sumergido en un inmenso jacuzzi.
Cuando llegas a la balsa central quedas impresionado, el agua es de un color verde turquesa idéntico al que se encuentra en las playas de cualquier isla del Mar Caribe.
El baño en las piscinas puede compartirse con un paseo de dos horas por la montaña ya que hay una ruta bien marcada que descubre los lugares más intrínsecos.
Las cascadas de sal petrificada.
Las cascadas petrificadas se pueden ver desde la parte de debajo de la montaña. Forman estalactitas, que son similares a las que se encuentran en interiores de cuevas, debido a un goteo continuo que produce anillos de calcita y travertino. Es como si el tiempo se hubiera detenido y el agua se hubiese convertido en piedra.
Las estalactitas de agua salada se descuelgan desde las alturas y normalmente todo el mundo las conoce como "Cascadas de sal". Su formación data de hace miles de años y es uno de los lugares más insólitos de toda la geografía planetaria.
No muy lejos de la cascada varias vendedoras se afanan a vender sus quesadillas recién hechas a los turistas, que después de un día tan intenso el hambre comienza a pasarles factura.
En la actualidad existe en la zona un pequeño complejo turístico, que lejos de hacerle competencia a la naturaleza, pretende acercar al turista ciertas comodidades: hay cabañas para poder pasar la noche, fondas para saciar el hambre, baños y vestidores. Si no se tiene la intención de hacer noche hay que tener en cuenta que las últimas furgonetas salen a las 6:30 con destino a Mitla.
Es un día de contrastes, relax en las piscinas, emoción al descubrir las bellezas de las cascadas petrificadas, paz interior y, sobretodo, ilusión, ilusión por haber podido estar en un paraíso soñado.

Hierve el agua.
Geografía
Las cascadas de Hierve el agua se encuentran a 70 km al sureste de la Ciudad de Oaxaca. El estado de Oaxaca, está situado al Sureste de México, limita al Norte con Veracruz y Puebla, al Este con Chiapas, al Oeste con Guerrero, y al Sur con el Océano Pacífico. En la ciudad viven unas 250.000 personas, y otros 3.000.000 de habitantes están repartidos por todo el estado.
Como llegar
Una vez en la ciudad de Oaxaca lo más práctico y económico es coger un bus en la terminal de autobuses hacia Mitla, allí cambiaremos de autobús y en 1 hora habremos llegado a Hierve el Agua. Si disponemos de vehículo propio tomaremos la carretera federal 190 hacia Tehuantepec. Al llegar a Mitla nos desviaremos hacia Ayutla, tras 17 km tomaremos la desviación hacia Albarradas y a 5 kilómetros de este poblado encontraremos Hierve el Agua. Podemos llegar a Oaxaca en avión, ya que dispone de aeropuerto (Xoxocotlán), o en tren.
Pequeños consejos
Papeleo
No se necesita visado para estancias inferiores a 90 días, pero sí el pasaporte en regla, con una validez de seis meses.
Clima
En la Ciudad de Oaxaca es primaveral durante todo el año, con temperaturas que oscilan entre los 16 ºC en invierno y los 25 ºC en primavera.
Moneda
La moneda oficial es el peso mexicano, y un euro equivale a unos 11 pesos. Otra de las opciones puede ser los cheques de viaje, que le darán una seguridad extra a nuestro dinero, y son aceptados en todos los bancos y oficinas de cambio. También se pueden realizar compras o sacar dinero con las tarjetas de crédito Visa y Mastercard.
Ropa
Siempre ropa ligera que se pueda lavar y secar fácilmente, unas zapatillas deportivas, el bañador, la toalla, las sandalias y unas buenas gafas de sol. No hay que olvidar que algunas tardes le da por llover, y un chubasquero plegable nos puede sacar de un apuro.
Servicios
En las inmediaciones de Hierve el Agua encontraremos baños, vestidores, y pequeños restaurantes donde poder saciar el apetito y disfrutar de la gastronomía oaxaqueña. Asimismo existen cabañas perfectamente equipadas donde podremos pasar la noche.
Por Sergio Reboredo (Texto y fotos)
A mi lado está sentada una mujer robusta de manos curtidas y muchas primaveras clavadas en los surcos de sus ojos. Desde hace un buen rato lucha por cerrar una bolsa repleta de hortalizas que intentan huir del interior cada vez que el conductor gira el volante. Tiene una mirada penetrante y una voz enérgica. Sus quejas por el encarecimiento de los precios de la fruta son replicadas desde el fondo del bus por el "kikiriqui" de las gallinas que luchan por salir de las jaulas.
Mi destino es las cascadas saladas de Hierve el Agua, un lugar sagrado rodeado de naturaleza, con un par de albercas donde se puede bañar escuchando el canto de las aves. El sitio se accede únicamente por tierra desde Mitla en la ciudad de Oaxaca, México.
El territorio oaxaqueño está poblado de yacimientos de agua. Algunos se caracterizan por sus aguas sulfurosas (frías o calientes), otros por sus aguas termales, aguas calcáreas, o aguas carbonatadas, como es el caso de Hierve el Agua.
Aunque su nombre en un principio parece indicar que se trata de aguas termales muy calientes, en realidad se trata de varios manantiales de aguas templadas que por su efervescencia, dan la impresión de estar a punto de ebullición. La temperatura del agua es ligeramente superior a la del medio ambiente, ronda entre los 22ºC y 25ºC, muy lejos de los 100ºC que harían falta para que el agua comenzase a hervir.
Son muchos los geólogos, biólogos y arqueólogos que han estudiado el terreno. La zona ha sido reconocida como un probable lugar sagrado de los antiguos zapotecas. En los alrededores se encuentra un sistema de riego que puede datar de más de 2500 años de antigüedad, y del cual en la actualidad aún quedan vestigios.
El motivo que me lleva allí no es de visitar lugares recónditos del país ni restos arqueológicos. Simplemente quiero descansar, relajarme y dejar que la paz inunde mi cuerpo. Pero si bien la distancia que separa Mitla de ellas no es excesivamente grande, las constantes paradas hacen del trayecto un viaje interminable.
El autobús parece un verdadero almacén de víveres con toda clase de frutas, verduras, hortalizas y varios animales de granja. Durante todo el camino nos enfrentamos al sinuoso trazado de la carretera. Las curvas son excesivamente pronunciadas, y todo el equipaje que no está bien sujeto se tambalea de un lado a otro, amenazando con caer al suelo en el momento menos pensado.
Cierro los ojos y siento como si hubiese regresado varios siglos en el tiempo. El autobús se ha convertido en algo parecido al Arca de Noé recorriendo las tortuosas carreteras que acceden a los múltiples pueblos semi-aislados de la región. Las casas se encuentran desperdigadas, y la única forma de proveerse de alimentos es bajar de las montañas hasta Mitla un día a la semana, y comprar todas las provisiones necesarias.
El autobús se va quedando vacío poco a poco. Ahora ya sólo permanecemos el chofer, dos familias con niños (que también habían subido en Mitla) y yo. La atmósfera es densa, ya que todo el interior ha quedado impregnado de un fuerte olor, una mezcla entre jungla y camisetas sudadas después de un disputado partido de fútbol.
Por fin, después de una parada en San Lorenzo Albarradas, el ómnibus llega a su destino. Desde la ventanilla diviso las dos impresionantes cascadas petrificadas decoradas con estalactitas, similares a las que se encuentran en interiores de cuevas, que se forman con un goteo continuo que produce anillos de calcita. De repente, siento como si el tiempo se hubiera detenido, y por eso, el agua se había convertido en piedra. Temo que en un momento u otro todo recobrará vida y caerá sobre mi cabeza.
No muy lejos de la cascada me detengo a charlar con María, una viejecita que se gana la vida vendiendo quesadillas a los turistas. Tiene la cabeza tapada con un pañuelo y su piel muestra las huellas del paso del tiempo. El negocio, según me comenta, sólo funciona los fines de semana, ya que entre semana son pocas las personas que frecuentan este idílico paisaje. Vive cerca y no cambiaría su lugar de residencia por nada del mundo.
En verdad la envidio. Pienso en el caótico tránsito de Barcelona, en el ir y venir de la gente estresada, y me enfermo de sólo pensar que en pocos días deberé volver a España.
Comemos quesadillas, y me cuenta que todavía recuerda cuando era pequeña y su madre venía con ella a bañarse a las albercas. Entonces ni siquiera venía la gente de la capital, pero ahora todo es una contradicción. Por una parte necesita que venga la gente para poder vender sus quesadillas y ganarse la vida, pero por otro lado, también le gustaría que la zona se preservase y no se fuera deteriorando con el paso del tiempo y el uso indebido de algunas personas que no aman la naturaleza.
Cuando llego a la alberca central me espera un vivaz color verde turquesa, idéntico al que se encuentra en las playas de cualquier isla del Mar Caribe. Varios niños disfrutan de un chapuzón en plena naturaleza, mientras sus padres se relajan plácidamente estirados en otra alberca cercana.
El agua brota a flor de tierra, o sale de entre las rocas para mantener las albercas siempre llenas. Por su composición, carbonato de calcio, da la impresión de que estás sumergido en un inmenso jacuzzi.
No tardo demasiado en ponerme el traje de baño y lanzarme a la balsa donde se encuentran los dos niños. El agua está a la temperatura perfecta, ni muy fría ni muy caliente. Desde allí puedo ver cómo las nubes dibujan extrañas formas en un cielo azul oscuro, intentando tocar las cimas de las montañas más próximas.
No quiero salir del agua, pero las arrugas en las yemas de los dedos indican que ya me he relajado lo suficiente. Ahora es el momento de continuar explorando el terreno. Tengo tiempo para un paseo de dos horas por los senderos de la montaña antes de regresar a Mitla.
Existen varios caminos muy bien señalizados que te descubren los lugares más intrínsecos y abruptos del lugar en los que se puede contemplar la belleza del paisaje y su entorno desde otro punto de vista. Las montañas más próximas susurran al oído paz y armonía, y sólo cuando te has sumergido en ellas te das cuenta de que el hombre es sólo una partícula más dentro de un enorme océano de belleza. En ningún otro lugar del mundo, ya sea en la montaña más alta o en el mar más lejano, se te ofrece una verdad tan rotunda como aquí. Si algún día existió realmente un paraíso, Adán y Eva tuvieron que vivir no muy lejos de aquí.
Desde lo alto de una cumbre cercana veo como las últimas furgonetas que parten hacia Mitla, y que me devolverán a la civilización actual, comienzan a llenarse de gente. Atrás quedará la tranquilidad y relajación de las albercas, y un recorrido por sus alrededores que jamás olvidaré gracias a un montón de fotos y una receta de cómo preparar las mejores quesadillas, el mejor obsequio que podía haberme regalado María, y con el que pienso deslumbrar a todos mis amigos cuando llegue a España.