Una de las esculturas que decora el barrio de Antigone. Antigone es un barrio de nueva construcción de la zona este de la ciudad. El proyecto corrió a cargo de Bofill, y por tanto se considera que el barrio entero es un monumento que uno no se puede perder. Por mi parte, disiento. Yendo de oeste a este, salimos de la Place de la Comédie y en seguida entramos en Antigone, donde encontramos dos horrendos edificios: el Triángulo y el Polígono. Se trata de dos centros comerciales diseñados con muchas pretensiones, así en plan modernolo, pero que son un auténtico castigo a la vista y que casi quitan las ganas de comprar. Como único punto positivo puedo decir que implican que haya muchas tiendas cerca del centro. Seguimos. Un poco más allá empieza una zona llena de viviendas y restaurantes en la que impera el neoclasicismo. Y cuando digo que impera es que es algo exagerado: no sólo la arquitectura es de inspiración griega, también las estatuas y los nombres de las calles. Es un ambiente bastante más agradable que el de la otra parte del barrio, pero la palabra “pretencioso” no le abandona a uno mientras recorre esta parte de la ciudad. Debo reconocer que Antigone tiene cosas muy positivas. La primera de ellas es el espacio, es un barrio muy abierto y luminoso, y seguro que resulta agradable vivir allí. La segunda es la solución que le han dado a la orilla del río (el Lez marca el límite oriental de Antigone), han conseguido conjugar a la perfección el uso lúdico y la proximidad al río con una excelente canalización para cuando lleguen las crecidas (la gota fría afecta a la región). En cualquier caso, Antigone no me convenció para quedarme a tomar algo y me volví al centro, donde encontré un nuevo local maravilloso. La Brasserie de l’Aubrac destaca, ante todo, por su ingenioso método de llamar a la clientela: los grupos tocan en la calle, a la puerta del local, y no en el interior. De hecho yo me dirigía hacia otro local cuando escuché un canto de sirenas en forma de trío de jazz que me llevó irremisiblemente a encallar en su terraza. La placita es muy agradable, los precios son adecuados, y el grupo que tocaba hoy era muy bueno. No sé exactamente dónde está, pero para encontrarla otra vez me bastará con buscar el origen de tan dulces sonidos.