Una habitante de Montpellier pasea por la calle junto a su loro. Aunque Montpellier es una ciudad bastante grande (un cuarto de millón de habitantes), por lo que se comenta la mayor parte de las cosas de interés están en el casco histórico, que es en esencia la colina que domina las tierras colindantes. Y no sólo los edificios de alto interés histórico se encuentran estupendamente conservados, todas las construcciones del centro están en un estado fantástico independientemente de su edad y su uso. Da gusto pasearse por las estrechas callejuelas del centro, definitivamente creo que no voy a usar el transporte público e ir andando a todas partes. Eso sí, debo reconocer que hoy me he perdido dos veces, debo parecer un turista recién aterrizado. Montpellier es además una importante ciudad universitaria (cincuenta mil estudiantes, es decir, la quinta parte de la población), y coincide que en estas fechas están empezando a llegar todos los Erasmus para ir haciendo los cursos de francés preparatorios. Todo esto se junta con el hecho de que todos los de mi curso somos extranjeros, claro, con lo que mi intención de no hablar otra cosa que no sea francés se está viendo constantemente frustrada por las necesidades comunicativas. Eso sí, a los españoles no les paso una, o francés o nada.  

 

Una de las multiples haciendas construidas a modo de castillo en el trayecto en bicicleta de Fontevraud a Saumur. Veinte kilómetros más de bicicleta desde Fontevraud y llegamos a las puertas de Saumur, una pequeña ciudad a las puertas del Loira. De esta ciudad destacan sobretodo la calidad de sus vinos, sus caballos y sus champiñones, aunque el castillo medieval que puede observarse desde cualquier punto de la ciudad también merece muchos elogios.