Restaurantes en la plaza Jemaa-el-Fna. Marrakech es más una ciudad de colores, sonidos y olores que de grandes monumentos. Las laberínticas calles del zoco son todo un asalto a los sentidos y pueden llegar a resultar frustrantes para más de un viajero; Marrakech no es una ciudad para visitar con prisas. Sin embargo, la zona de la medina es sorprendentemente compacta y parte del encanto reside en caminar por las calles sin saber qué sorpresa depara el paso siguiente. No es necesario un guía para visitar la ciudad y desde la introducción en 1999 de la policía turística, los visitantes reciben cada vez menos presiones para contratar los servicios de guías locales. Cualquier visita se centrará con seguridad en la zona de la medina y la plaza Jemaa-el-Fna. Muchas de las principales atracciones se encuentran a poca distancia a pie de la plaza, mientras que el resto puede visitarse por medio de un taxi. La mezquita Koutoubia es el principal lugar de oración de la ciudad y la entrada está prohibida a los no musulmanes. No obstante, es posible apreciar su arquitectura desde sus jardines, que están abiertos para todo el mundo. La medina cuenta con tres museos de estilos diferentes que bien merecen otra visita.