CAN TUNIS BARCELONA DRUGS. Delante mío esta la policía. Es un caballero con el pelo rapado y perrilla, parece haberse escapado de una película de Kun Fú. Me pide la documentación, mientras me pregunta si llevo droga o armas. En estas que aprecio el grosor de mi abdomen cervezero y apunto está de escapárseme la risa, solo con pensar que alguien pueda sospechar que presento  un aspecto aguerrido.  “¿Qué es esto que lleva en la mano, una navaja?”, inquiere el señor agente. “Un rotulador”, le respondo. ¿”Un rotulador?”, requiere de nuevo el representante de la ley. “Un rotulador marca Montblanch”, afirmó como queriendo dar más credibilidad a mis palabras, con el nombre de la marca. Coge el utensilio entre sus manos, lo desmonta con sumo cuidado, como si fuera una trampa, y comprueba que dentro solo hay la carga de tints. Me lo devuelve con la desilusión tiñiéndole el semblante. Blande el DNI en la mano, mientras aparece un compañero suyo. Le explico que soy periodista, y le enseño la credencial. A Sergi y a Manuel también les han parado. El agente contrasta ambos carnets. “¿Qué están haciendo aquí?”. “Un reportaje”. Una señorita rubia teñida con aspecto de Barbie, colega de mi interlocutor, que resopla tras haber ascendido con esfuerzo el terraplén de la vía me dice: “Vaya sitio para hacer un reportaje”. La mirada que le  dirijo la hace volverse  hacia otro lado. “¿Qué tipo de reportaje?”, inquiere mi interlocutor. “Un reportaje”, respondo sin demasiadas ganas. “Este es un sitio peligroso, váyase  con mucho cuidado”. Solo atino a contestarle “Pero esto también es	Barcelona, ¿no?”. Me fustiga con la vista.