CAN TUNIS BARCELONA DRUGS. El autobus 36 va y viene a Can Tunis desde Barcelona con los usuarios idos. Satxa explica que a los drogadictos  “Hay que tratarles con cariño, y en casi todas partes lo único que hacen es suministrarles tranquilizantes para que molesten lo menos posible”.   	Llegamos al furgón de ABD. Es como una especie de fuerte del Séptimo de Caballería, entre los indios. Casi nadie baja al suelo, parecen parapetados tras las vallas. No ha habido suerte, como hoy hace viento, no han podido plantar la tienda, la famosa “carpa”, con la llegada del invierno, eso  sí, no podrá instalarse y utilizaran uno de les viejos furgones. Reparten desayunos, y bocadillos al mediodía, blandos, fáciles de masticar por los problemas de dentición.  A los usuarios que lo hacen les pagan mil pesetas, también les dan mil pesetas a los que asisten a una charla informativa o a los que recogen jeringuillas o amontonan plásticos.  La imagen es como de campos de refugiados en Somalia o en la antigua Yugoslavia, sin embargo lo más sorprendente de todo, es que llegan una pareja de bordo de un coche Mercedes con matricula italiana, y se ponen a la cola para recoger el bocadillo, como sí tal cosa se lo comen.  	Satxa realiza las gestiones pertinentes, hace de introductor de embajadores, hay que esperar. Por matar el rato salimos a dar una vuelta. Georgina, la presentadora televisiva es rubia y tiene veinte pocos años, en apenas media hora se ha fumado más de medio paquete de cigarrillos, está hecha un manojo de nervios. Caminamos, y yo la animo “¿Tú no quieres ser una periodista de verdad?”. No me he sentido nunca tan gilipollas como diciendo semejante chorrada, No levanta la vista del suelo, cuando llegamos debajo del puente, palidece, y le paso un brazo alrededor de los hombros, está temblando. Solo me dice “gracias”.