CAN TUNIS BARCELONA DRUGS. Fumando en plata en uno de los escondites junto a la vias de mercancías del tren. Salgo de paseo con Eugenia. Tengo la misión de llevar una bolsa de “chutas” nuevas, mientras ella sostiene el recipiente para recoger la ya utilizadas. Emprendo el recorrido, el “tour a la ville” con el ánimo encogido. “Somos un objetivo fácil”, me comenta cuando estamos en mitad del descampado, un paisaje de aspecto lunar con algún que otro coche calcinado, basura amontonada, y poney, sí, si un poney lo han leído bien, paciendo tranquilamente, atado a un árbol, ni a Buñuel o Dalí les saldría mejor.  En ocasiones, por lo visto, les disparan balines o les arrojan piedras desde el poblado cercano.  	“Hacéis un trabajo magnifico con nosotros, magnifico”. Mi interlocutor se tambalea de un lado a otro, aunque la verdad es que yo tiemblo más que él, no de miedo, sino de pánico. Vistos de lejos debemos formar una pareja curiosa. Le ha cogido la ya tradicional prosapia que da la coca. “Estoy con metadona. No tengo anticuerpos, aunque me he pinchado con “chutas” utilizadas, lo que pasa es que siempre llevaba una botella con lejía y limpiaba las jeringuillas. Pero tengo la hepatitis B y C. Sí mi mujer se entera de que me meto “caballo”, me mata...He tenido quince meses de cárcel, no tengo trabajo...Esta mañana ha habido una sobredosis, y yo le he recogido todo lo de valor de chaval, después me ha dado las gracias, y yo le he dicho: “Hoy por ti, mañana por mí”. ¿Sabes que pasa?, que yo me drogo porque me corto hablando, no sé que decir, “¿tú crees que hay algo para esto?”. Una fina corriente de sangre, le bajaba por el brazo. Lo juro, podía haberme puesto a tararear el estribillo de la última canción de moda, contar ovejitas, o repetir la alineación del “Dream Team”, pero me puse a rezar el Padre Nuestro, de forma mecánica, una y otra vez, sin parar, como si fuera un “tic” nervioso. Los coches permanecían parados en la Ronda, como cada día a aquella hora, ajenos por completo a lo que sucedía a escasos metros.