Unos niños juegan con su bicicleta en la Plaza central de Salento. Quindío. Salento por la tarde, aún con sus brillos de alborada, el festín de vivos colores untados en las casas y el paulatino desfile de yipaos que se van estacionando en la plaza central. Algunos de ellos ya han hecho sus viajes a las veredas y sus conductores se aprestan para atiborrarse nuevamente de café, pasajeros, corotos y de historias, pues a aquel carrito que parece no albergar un suspiro le cabe de todo y siempre habrá un espacio para quien quiera montarse a bordo del anecdotario de un pueblo cafetero. A primera hora se ve poca gente, pero no faltará el gentil arriero o el querido habitante dispuesto a charlar con el recién llegado o el que vuelve imantado por esas características rurales, urbanas y culturales. Los motivos de interés comienzan con la amabilidad a flote de los personajes bonachones que van saliendo al paso en ese primer recorrido por el parque principal.