Esquejes de platas de café en la Hacienda cafetera San Alberto. (Buenavista, Quindío). En el proceso de llevar a una deliciosa taza de café colombiano a millones de consumidores en el mundo no es fácil. Del árbol a la taza se requiere el esfuerzo y dedicación de centenares de miles de familias productoras de café en Colombia cuyos tamaños de parcelas son inferiores a dos hectáreas. Adicionalmente, el esfuerzo conjunto de las personas que se dedican a las labores de trilla, transporte y almacenamiento del café, así como de su industrialización y distribución de marcas 100% colombiano, hacen la diferencia para llevar a consumidores de todo el mundo un café sobresaliente. Detrás del café colombiano sin embargo no sólo hay un esfuerzo continuo por respaldar la calidad; existe una historia no muy conocida de cómo la gente del café en Colombia se unió para superar retos y buscar objetivos comunes que no hubiesen podido lograr individualmente. La tierra del café en Colombia no sólo se destaca por poseer   condiciones extremadamente favorables para producir un café de montaña de alta calidad: también impuso retos logísticos y favoreció la necesidad de buscar estrategias que favorecieran a las comunidades rurales  y su calidad de vida. Es así como nació la unión en torno a la  Federación Nacional de Cafeteros (FNC) y a sus diferentes programas de sostenibilidad en acción.   Quienes disfrutan consumiendo 100% café colombiano saben que detrás de un producto de alta calidad hay un esfuerzo común y unos valores de sacrificio, honestidad y acción colectiva que hacen del producto no sólo 100% desde el punto de vista del origen y calidad, sino que lo hacen ideal para la gente 100% que existe en todo el mundo.