Chiringuitos junto a la playa en Saint Leu. Reunión admite todos los tópicos, todas esas definiciones que con demasiada frecuencia se usan para describir un lugar exótico: crisol de culturas, abanico de contrates, playas de fina arena y aguas transparentes... Todo vale, pero casi todo se queda corto. Un viaje a Reunión (once horas de vuelo desde París) no se justifica solo por eso. A Reunión, ese pedazo de Francia y de Europa en pleno océano Índico, hay que venir con los ojos y la mente bien abiertos. Y dejarse sorprender. Su nombre, sin embargo, no tiene nada de poético. Esta isla que en otras épocas se llamó Al Maghribain, Theemai Theevu, Dina Morgabin, Santa Apolônia, Île Bourbon, por los Borbones franceses, y finalmente Reunión, aunque durante un breve período todavía recibió el nombre de Bonaparte, en honor de quien mandaba en Francia, ha vivido en su nombre los avatares de la metrópoli de la que depende y de los distintos pueblos que la han habitado. El nombre actual fue una concesión política que conmemora la unión de los revolucionarios de Marsella, aquellos que partieron de la ciudad mediterránea cantando lo que luego se convertiría en el himno nacional francés, con la Guardia Nacional de París, que tuvo lugar el 10 de agosto de 1792.