Patos nadando en el Rio Moldava.  El río Moldava se abre camino por la mágica ciudad de Praga entre edificios clásicos edificios, y maravillosos puentes que lo cruzan, como el Puente de Carlos y otro más modernos. En la Edad Media este río se utilizaba para transportar madera de los bosques del sur que se destinaba a la construcción. En la historia de la creación de la ciudad, ha tenido un papel esencial. Actualmente, hay aún zonas donde se desciende en balsas, sobre todo en el interior. Los turistas pueden disfrutar de una cena crucero y de las magníficas vistas de la Ciudad de las Cien Torres desde sus aguas. Se nota que la articulación de la capital de Bohemia se hizo por y para el río a la hora de concebir su ciudad. Ya nadie se baña en sus aguas, haciendo buena la filosofía de Heráclito. En cambio, multitud de palacios y edificios se asoman al río, lo buscan desde muchas perspectivas, se dejan acariciar por sus fuertes brisas y nunca le dan la espalda. Hace pocos años sufrieron unas inundaciones tremendas, con unos destrozos impresionantes, pero como si de un mal de amores se tratara, los praguenses siguen viviendo de cara a su río. Por eso una decena de majestuosos puentes unen las dos orillas de la ciudad, desde el artístico de Carlos IV hasta el último a las afueras de la urbe. El Moldava (checo: Vltava) es el río más largo de la República Checa, su curso va desde sus fuentes en Šumava pasando por ?eský Krumlov, ?eské Bud?jovice y Praga, uniéndose después con el Elba en M?lník. Su longitud es de 430 kilómetros y riega un área de aproximadamente 28.000 kilómetros cuadrados; en su confluencia lleva más agua que el Elba pero se une en ángulo recto a su curso, por lo que parece un afluente. En agosto del 2002 una crecida del Moldava acabó con la vida de varias personas y causó numerosos daños a lo largo de su curso. Uno de los seis poemas sinfónicos del compositor checo Bed?ich Smetana, en su obra Mi patria (checo: Má vlast), se llama Moldava y evoca musicalmente el curso del río.