Varios campesinos cortan las cañas de azúcar situadas en la carretera que lleva de Wukro a Mekele. En Wukro, situada en la región del Tigray, al norte de Etiopía, conviven más de 35.000 personas, que llegan a 100.000 si se suman los pequeños poblados y aldeas del área rural. La ciudad ofrece pocos atractivos para el visitante, salvo algunas de las más impresionantes iglesias excavadas en la roca que pueden localizarse en los alrededores. Poco más, porque en Wukro el único signo de progreso es una carretera, paso habitual de camiones de mercancías, de vehículos militares y de autocares atiborrados de pasajeros, que atraviesa y divide la ciudad en su camino de Mekele a Adigrat (las dos principales ciudades del Tigray). La vida transcurre a ambos lados de esta vía, donde comercios de todo tipo se mezclan con las escasas oficinas de la administración, con algún que otro establecimiento hotelero y de ocio y con pequeños negocios de diversa índole. El trasiego de gente, a todas horas, de día y de noche, es también constante.