Rsi Markendya cruzó las cinco millas náuticas que separan Java de Bali en el estrecho de Bali y se dirigió a Ubud, en el centro de la isla, para meditar. Se situó entre dos ríos, ese espacio sagrado para los hinduistas. Corría el siglo VIII y en Bali los cambios nunca se han sucedido con tanta velocidad hasta la llegada del turismo. Los primeros ingenieros empezaban a idear un complejo sistema de canales, túneles y acueductos de irrigación. Así lograrían inundar los bancales de arroz, trayendo el agua desde los manantiales de las montañas. En esa época de descubrimientos no parecía causarles problemas de identidad el hecho de que la dinastía budista Sanjaya de Java empezara a instalarse en la isla justo después de que la moneda china, el kepeng, se convirtiera en la medida económica de la zona. Los desvelos se reservaban más bien para mantener satisfecho a lo "sekala niskala" (lo visible y lo invisible) en un entorno real penetrado en todos sus aspectos por un mundo espiritual. En esa época crítica fue cuando Rsi Markendya fundó el templo Gunung Lebah, en la localidad Campuan, en Ubud. Una docena de siglos después las cosas no han cambiado tanto como podría parecer. El templo, aunque irreconocible, sigue en pie y se ha convertido en un lugar de peregrinación que se llena de trajes tradicionales y ofrendas votivas en festivales como el Purnama Kedasa, en la Luna Llena de abril. El paisaje a su alrededor tampoco ha modificado su estética desde que los primeros pobladores procedentes de China trajeran las técnicas de cultivo de arroz en el neolítico. Los bancales siguen abrazando las pequeñas aldeas con calles alineadas con la montaña y el mar. Si el santón pudiera visitar su templo en el siglo XXI, se sentiría en casa. Si es un viajero occidental el que se acerca hasta allí, siente la extrañeza de haber llegado no sólo a un territorio exótico sino a una época que suponía extinguida.