Para los amantes del surf que están en busca de olas perfectas, la isla tiene una playa ideal: la “Uluwatu”. Se arman olas que alcanzan grandes alturas formándose tubos en los que puedes permanecer unos segundos. En el extremo sur, se encuentra un templo construído a unos 200 metros sobre el nivel del mar, que lleva su mismo nombre. Es uno de los lugares que el viajero no debe dejar de visitar ya que posee un mirador desde el cual se contempla un perfecto atardecer. Uno de esos que no se olvidan, es una mezcla de colores anaranjados y rojizos que se entrecruzan con alguna nube que está de paso. Pareciera que el tiempo se detiene y que el sol comienza a esconderse para darle la bienvenida a la noche. Es un momento único y tan perfecto que se vuelve indescriptible. Descendiendo el acantilado sobre el que se encuentra el templo, se halla una escalera casi vertical que conduce al pie de la playa. Para llegar a mar abierto hay que nadar por una cueva que es lo suficientemente grande como para no pasar desapercibida. Si la marea es baja, no hay inconveniente; pero si es alta se corre peligro, dado que la salida de la cueva está muy movida y hay una corriente tan fuerte que puedes ser arrastrado hasta el acantilado. Por lo tanto, en estas circunstancias no es aconsejable arriesgarse, es mejor volver otro día.