El bacilo de Hansen tiene predilección por la piel y por los nervios.  Se instala en ellos hasta dañarlos, de forma que si, por ejemplo, llega hasta el nervio óptico, puede dejar a la persona ciega.  A la lógica de los números los expertos suman las difíciles condiciones sanitarias y de higiene que presentan los países más afectados por esta enfermedad, para la que no existe una vacuna sino un tratamiento que se alarga por seis meses o incluso un año. De hecho, en estos países sólo treinta de cada cien afectados recibe tratamiento.